martes, 2 de abril de 2013

El carrer del Balç: un itinerario “subterráneo” por la ciudad de Manresa


Existe una calle en Manresa, que no figura en los planos callejeros, una calle escondida a la vista de la gente. Existe una Manresa "subterránea", una Manresa que pasa prácticamente desapercibida, casi desconocida. Éste es el carrer del Balç, donde hay arcos y elementos de los siglos X al XIV. Ésta es una calle paralela a las calles de Sobrerroca y de Santa Llúcia, una calle abierta desde 1983, pero cerrada a la circulación, con la instalación de una reja de acero en las dos entradas, la que da a la Baixada del Pòpul y la que da a la Travessera dels Drets.
Se conoce como "carrer del Balç", que significa un desnivel o escalonamiento. Justamente la calle pasa bajo este escalón o desnivel, el que recorre por la parte superior la Plaça Major y el Carrer de Sobrerroca, y es en el carrer del Balç donde se abren los bajos y las bodegas de las casas que se sobreponen de ese nivel superior. Según parece, estas bodegas y bajos eran las antiguas entradas de las casas nobles de los siglos XII al XIV, que probablemente también tenían acceso desde el carrer de Sobrerroca. Arquitectónicamente, es muy rica, con muy diversas formas constructivas y de materiales. Podemos encontrar, asimismo, naves y vueltas aguantadas por contrafuertes y arcos de diversos tipos, de medio punto, rebajados y de punto circular.
Es un corredor continuo que penetra hacia dentro del conglomerado rocoso que forma los cimientos del casco histórico de Manresa. Las bodegas y bajos que conforman este corredor son del periodo bajomedieval (siglo XIV), y reformados en los siglos XVII y XVIII. Eran utilizados como zona de trabajo, mientras que su parte superior era la zona habitada. En sus usos más comunes, se utilizaban como almacenes y bodegas. Algunos también eran utilizados como habitáculos y también como caballerizas.
Probablemente, pudo estar, al menos en parte, al descubierto, a pesar de que actualmente está prácticamente cubierto por los edificios de la parte superior, de las casas que bordean la Plaça Major y el carrer de Sobrerroca. Cumple con los cánones de una calle típicamente medieval: es un callejón pequeño, estrecho, mal iluminado, poco ventilado e insalubre, una calle propensa a epidemias y enfermedades de transmisión como la Peste Negra del siglo XIV. La ocupación de esta calle puede ser muy antigua, tal como atestiguan los diversos materiales y estilos de construcción.

Actualmente, es visitable, sobre todo, en festivos y fines de semana. Alberga una interesante exposición sobre el origen de la calle, y en general, sobre la Manresa medieval. Para consultar sobre horarios y reserva de visitas, consultar en la siguiente web de l'Ajuntament de Manresa:

 http://www.manresaturisme.cat/spa/activitats-culturals/centre-dinterpretacio-del-carrer-del-balc

Ahora os invito a una visita por Manresa.
 

Itinerario monumental por manresa

 

El inventario de monumentos artísticos de la ciudad de Manresa debe iniciarse, sin duda, por la basílica de la Seu, pues es el elemento más importante y representativo del repertorio de obras de arte y de historia que enriquecen y dan una forma propia a la ciudad. La Seu es el monumento más importante, el más vistoso, el más valioso e interesante, con autentica categoría de símbolo. Ningún otro monumento arquitectónico puede disputarle el honor de encabezar y presidir el catálogo.

La Colegiata-Basílica de Santa Maria de la Seu, erigida en la cima del Puigcardener, núcleo de la ciudad primitiva, es un ejemplar magnífico de la arquitectura gótica catalana. Iniciada su construcción en 1328, su altar fue consagrado en 1371. En 1486 se finalizó sustancialmente la construcción con el muro de poniente y el gran rosetón de la que tenía que ser su fachada principal, aunque se hicieron obras posteriores que obligaron a hacer reconstrucciones que modificaron su estructura arquitectónica.

Las dimensiones principales del templo son: 68 metros de largo, 33 metros de ancho y unos 30 metros de altura. La anchura de la nave central, 18,5 metros, es de las más grandes en construcciones góticas del mundo. El campanario, prismático, es de sección cuadrada. La Seu manresana es un ensayo genial de síntesis de estructuras y características propias de las iglesias de una o tres naves en la misma construcción.

La basílica es de estilo gótico catalán, de platea abierta, sin crucero y con girola dentro del ámbito poligonal del ábside, dividida internamente por dieciocho pilastras de sección ochavada. Una treintena de ventanales ojivales y dos rosetones circulares dan luz al interior y dieciocho esbeltos contrafuertes dobles circundan todo el exterior basilical.

El interior del templo está presidido, por encima del altar mayor que centra el presbiterio, por una talla dorada de la Mare de Déu de l’Alba, titular de la basílica. A resaltar el valioso conjunto de retablos que embellecen el interior de la basílica, importante muestra de la pintura gótica catalana: el retablo de Sant Marc i Sant Anià, de mediados del siglo XIV, el monumental políptico de l’Esperit Sant, el retablo gótico de mayores dimensiones de Catalunya, el retablo de Sant Miquel i Sant Nicolau, el retablo de la Santíssima Trinitat y parte del de Sant Antoni Abat. Subsisten, asimismo, algunas piezas notables de escultura gótica en piedra: imágenes de la virgen y de dos santos obispos, un bello conjunto de sarcófagos o urnas funerarias, entre otras.

También es remarcable la suntuosa Cripta, lugar de veneración de las reliquias de los santos patrones de la ciudad. Imágenes y relieves de alabastro, el altar tabernáculo y la rica decoración marmórea forman uno de los mejores conjuntos del barroco académico catalán (siglos XVII-XVIII).


También hay restos notables de construcciones anteriores, ejemplares interesantes de arquitectura y escultura románica y prerrománica. Son vestigios de la antigua canónica que cuidó del culto del templo de Santa Maria, a partir del siglo IX hasta 1592. Es monumento histórico-artístico nacional desde 1931. A su lado, el Museu Històric de la Seu, alberga, entre otras valiosas piezas, un magnífico bordado del siglo XIV, el Frontal florentino.

Pasando al grupo de monumentos de carácter civil, son destacables la Casa de la Ciutat, que preside la Plaça Major, centro oficial de la población y núcleo principal del barrio antiguo. Es obra de la primera mitad del siglo XVIII. Cien años más antiguo es otro palacete, a la Baixada de la Seu, que tenía que ser lugar de reunión del Consell de la Ciutat, fue destinado a residencia episcopal y que hasta hace poco era el Palau de Justícia. Lo más notable de ambos son sus respectivas fachadas: la del ayuntamiento, con un pórtico de cinco imponentes arcos en la planta baja, con escudos monumentales con las armas de la ciudad.

El Pont Vell y el Pont Nou son elementos también sobresalientes. El primero, declarado monumento nacional, es la reconstrucción de la obra del siglo XII, erigido sobre los cimientos de un primitivo puente romano.

Destruido desgraciadamente, como consecuencia del descontrol durante la Guerra Civil, el espléndido conjunto de iglesias góticas: el Carme (de la que quedan restos de la iglesia primitiva y su claustro), Sant Pere Màrtir, Sant Miquel y Santa Llúcia, algunas de las cuales tenía dimensiones catedralicias, quedan, aparte del conjunto ignaciano, otros monumentos como el Portal de Sobrerroca, del siglo XIII, las masías de la Culla y de Can Font de la Serra, el claustro de las Caputxines, el Convent de Santa Clara, la iglesia de Sant Pau, el pequeño santuario de la Mare de Déu de la Salut, en Viladordis,…

Capítulo aparte merecen los monumentos ignacianos. El paso de San Ignacio de Loyola por Manresa, dejó una impronta importante en la ciudad.

El principal monumento ignaciano por excelencia es la Santa Cova. Situada en una balma del flanco meridional del Puig de Sant Bartomeu, abierta sobre el Cardener y mirando hacia Montserrat, se dice que San Ignacio se recogía para rezar y hacer penitencia: aquí debió practicar los “ejercicios espirituales”. Está, actualmente, cubierta por una fastuosa decoración barroca, de los siglos XVII-XVIII. La iglesia construida a su lado es de planta barroca, destacando su fachada.

Otros monumentos ignacianos son el Rapte, reconstrucción del antiguo hospital y iglesia de Santa Llúcia, la capilla de Sant Ignasi Malalt, en la casa de los Amigant, al pie de la escalinata del Carme, cerca de la Plaça Major, el Pou de la Gallina, en el Carrer de Sobrerroca, el patio de entrada del número 32 de la misma calle, la ermita de la Guia, la Salut en Viladordis, y las Creus de Terme del Tort, de la Culla y del Pla de Cal Gravat.

De la ciudad moderna, Fora Muralles (del Carme, Sant Domènec i Sant Francesc,…), destacan el Passeig de Pere III, del estilo de las típicas Ramblas de muchas ciudades catalanas, de más de un kilómetro de largada, donde encontramos el Casino (actual biblioteca y centro cultural) y el Teatro Kursaal de tipo modernista. También en la Plaça Fius i Palà, encontramos otras casas modernistas, como Cal Jorba y la Casa Lluvià.

Destacar también dos museos importantes: el Museu Comarcal, que contiene once salas con materiales sobre la historia y el arte de la comarca del Bages. El Museu de la Tècnica muestra las técnicas artesanales y la evolución de las industrias textiles.

El Parc de l’Agulla es una importante zona de ocio, que se inserta en la zona senderista de la Séquia de Manresa.

Las “Festes de la Llum”

En Manresa se celebran dos fiestas mayores. La fiesta mayor de verano tiene lugar el último domingo del mes de agosto, en honor a los santos mártires patrones de la ciudad, Maurici, Fruitós i Agnès.

Pero es la fiesta mayor de invierno la que, por su origen, tiene mayor originalidad. Son las “festes de la Llum”, el 21 de febrero. Se honra la memoria del milagro de una luz misteriosa, aparecida en la iglesia del Carme, en un 21 de febrero de 1345. Hablar de la Llum, del misterioso prodigio y su celebración secular, es inevitable la relación con la historia de Manresa. La historia de la Llum es la historia del agua, la historia de la Séquia. La historia nos situa en los años 1333 hasta la llegada de la peste negra, en 1348. La escasez de lluvias fue la causa de malas cosechas, sobre todo, en 1337. La reacción de los manresanos parece que fue un caso único y, por eso, digno de recordar. Los consellers que rigen la ciudad en 1339, Jaume d’Artés, Bertran de Castellbell, Bernat de Sallent, Pere Vilella, Jaume Amargós y Berenguer Canet, obtuvieron del rey Pere III autorización para tomar agua del río Llobregat, en el término de Balsareny y conducirla a Manresa. La idea de este transvase de aguas y su ejecución no era bien vista por el obispo de Vic, Galceran Sacosta, señor de Sallent, motivo por el cual, en llegar las obras a su territorio, ordenó su suspensión, alegando que eran tierras de la Iglesia, y al verse desobedecido, impuso penas canónicas muy graves a los consejeros y a la ciudad de Manresa.

Durante cinco años, Manresa vivió bajo el peso de la penalización episcopal, con los templos sin culto y la obra de la acequia paralizada. La cuestión se solucionó en 1345, mediante la concordia establecida entre la ciudad y el nuevo obispo Miquel de Ricomà, gracias a los buenos oficios del ilustre jurisconsulto manresano Ramon Saera. Pero la tradición dice que el problema se resolvió por la intercesión divina, de una luz misteriosa que, partiendo de la montaña de Montserrat, apareció en la iglesia del Carme, a mediodía del 21 de febrero, lo cual obligó al obispo a levantar las penas impuestas a los manresanos y a permitir la construcción de la Séquia, que debía traer el agua del Llobregat a la sedienta Manresa, por lo que se celebran estas festividades.

En los últimos años, se ha hecho coincidir las “Festes de la Llum” con una magnífica feria medieval, que se denomina Fira de l’Aixada, que ocupa todo el casco histórico de Manresa, reproduciendo las diferentes estampas medievales, como los gremios de artesanos y comerciantes, entre otras.


    El miracle de la llum

    
 


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